viernes, 8 de marzo de 2013

0 Artículo: El mundo de lo breve

Cuando hablamos de las grandes obras de la literatura pensamos en novelas extensas, grandiosas y apasionantes, que dejan en tensión hasta el último momento, y que se desarrollan, por lo general, en el marco del pensamiento de su época, mostrando una historia compleja y realista, una composición de un genio visionario que, en conjunto, expone una multitud de elementos que encajan a la perfección; pero casi nunca nos acordamos de las historias breves.

Los textos breves, historias de pocas páginas, narraciones puntuales, situaciones desprovistas de contexto histórico y social, o que evitan construir uno propio sirviéndose de la convención de su tiempo, tienen su propio mundo literario; el mundo de lo breve es, en cierta medida, un mundo poético, artístico, pero no grandioso: busca la concisión, la especificidad, y casi siempre expresiones que den a entender algo más.

Por este mundo se mueven Las ensoñaciones del paseante solitario de Rousseau, los Cuentos, historietas y fábulas del Marqués de Sade, los ensayos de Albert Camus, los cuentos de Hermann Hesse, de Julio Cortázar o de Mario Benedetti; Seda de Alesandro Baricco, Un minuto para el absurdo de Anthony de Melo, Destino Zoquete de Cesar Strawberry y Alejandro Feito, Vorágine de Alexander Drake, y Dios eschiste de Juan Abarca, entre muchos otros, incontables.


Lo breve, además de rápida lectura, expone otra visión literaria: hace falta especificar, ir al detalle que interesa destacar, y exponer el texto de tal forma que el lector transcienda lo escrito y conozca o interprete el contexto de aquello que se narra. Al escribir una novela, podemos detenernos en detalles del contexto, creando un mundo a nuestro antojo, pero en las historias breves es requisito fundamental ir al grano, al meollo, y no detenerse en temas secundarios. El lector también lo nota así, y comprende mejor lo que el autor pretende transmitir.

Entrar en esta categoría de lo breve no es específico de la ficción ni del ensayo; podemos encontrar reflexiones como las de Rousseau, o Guy Debord (La sociedad del espectáculo y Comentarios sobre la sociedad del espectáculo), también enfoques sobre experiencias propias, como ocurre en muchos cuentos de Hermann Hesse; reflexiones en cierto grado profundas y filosóficas, como en Un minuto para el absurdo, o simplemente pensamientos cualesquiera, incluso majaderías, historias que incitan y traen ideas extrañas y poco convencionales, como hacen el Marqués de Sade, Juan Abarca, Cesar Strawberry, Alejandro Feito o Alexander Drake. Tampoco es necesario que uno de estos libros de lo breve contenga historietas inconexas, que nada tengan que ver entre sí; puede tratarse de capítulos o partes breves de un mismo contexto, de una misma historia, como en Seda (también en Un minuto para el absurdo, y La sociedad del espectáculo).

En muchos casos nos recuerdan a la poesía, y en cierta forma son una poesía, solo que prosaica. En este sentido, considero un paso intermedio la labor literaria de Walt Whitman; este hombre del siglo XIX, que escribió tanto prosa como poesía, es considerado como uno de los primeros y más representativos poetas de verso libre. La prosa breve es, por lo general, poetizada, y adopta a veces un sentido similar que la poesía libre, solo que en otra estructura; esto es algo muy difícil de afirmar en la gran novela.

Escribir de forma breve puede ser una ocupación laboriosa, o un entrenamiento intelectual, o un desarrollo crítico, o una explosión de sentimientos, o todo ello junto, y más.

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