domingo, 4 de mayo de 2014

0 Crítica: La tumba de las luciérnagas


Kôbe (Japón), verano de 1945. La II Guerra Mundial llega a su fin. Japón se encuentra al borde de la derrota y los B-29 norteamericanos se pasean a sus anchas por los cielos del archipiélago arrojando sus bombas. En uno de estos bombardeos sobre la ciudad de Kôbe, que resulta completamente arrasada bajo una interminable lluvia de bombas incendiarias, Seita, de 14 años, y Setsuko, de 4, pierden a su madre y se quedan completamente solos, ya que su padre está luchando en el frente, por lo cual no les queda más remedio que alojarse en casa de sus tíos.

Estamos ante una joya de la animación, que desde su comienzo, que se compone con una frase que llega a calar muy hondo, va profundizando más y más. Está contada desde un punto de vista inusual, ya que toda la película está formada por un único flashback, contada de una manera muy diferente a lo que estamos acostumbrados. Por lo tanto, es evidente cómo va a terminar la película, pero aun así consigue sorprender bastante.

Pese a no estar dirigida por Miyazaki, sino por su colaborador y también fundador del Studio Ghibli, si que están muy presentes sus toques de magia para adornar la historia. Queda demostrado que la animación japonesa es capaz de contar historias serias y emotivas, y rompe con el tópico de la animación para niños. Esta película pese a todo no es una película infantil, debido a su trama y sus imágenes.

Esta película nos muestra el lado más crudo de la guerra, cuando se ceba con la población más inocente: los niños, y lo que son capaces de hacer para sobrevivir. No es una película de acción, ni siquiera una película bélica, sino más bien lo contrario. Por algunos comentarios que he podido leer, junto con La Lista de Schindler, es una de las mejores películas anti-bélicas de la historia.

La animación es muy buena, demasiado buena para una película de la década de los 80, sin apenas efectos realizados por ordenador, ni el uso de la tecnología 3D que está tan de moda estos días. Mucho se dice sobre que es de esas películas que únicamente quieres ver una vez. Pero lo cierto es que no estoy de acuerdo, ya que recientemente he vuelto a verla por segunda vez y la verdad es que se puede apreciar tanto o más que la primera vez que se ve.

Su banda sonora, esta vez compuesta por Michio Mamiya, es bastante buena, sobretodo la música que suena en la secuencia al final, la cual es realmente emotiva y llega muy hondo, capaz de conmover a cualquiera.

Como toda producción, esta cargada de curiosidades. Estrenada en 1988, junto con Mi vecino Totoro, están plasmadas como visiones opuestas de lo mismo. El personaje de Seita está basado en una expeciencia real del autor de la novela en la que está basada la película, la cual no he leído, pero realmente me gustaría leerla.

El doblaje en castellano resulta bastante adecuado y respeta ciertas referencias al idioma original, como el nombre de la protagonista, Setsuko. Pronunciado en la película como Sétsko, al igual que en su idioma original.

Y los caramelos que aparecen en la película existen realmente. Son muy conocidos en Japón, y se venden en allí desde el año 1908.

Sakuma Drops. Los caramelos de la película.
Como apunte final cabe destacar que en el 60 aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial apareció una adaptación en live-action en el año 2005 que no tiene mala pinta, así que tarde o temprano la veré.

Recomiendo mucho esta película, considero que es de visionado obligatorio para todos los amantes de la animación que no piensan que con los años se ha convertido en un género menor y un tanto infantil. 

0 comentarios:

Publicar un comentario